No cabían dudas que él era el rey de la fiesta.
Cada gesto, cada anécdota,
cada palabra, cada sonrisa lo galardonaba...
Increíble era pensar que de tanta gente que lo rodeaba
nadie, excepto ella, se haya percatado
que tan solo era una puesta en escena de la obra en cartel.
Y es que si los ojos son el reflejo del alma,
su alma debía de estar destruída...
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