y así sucedía cada vez que intentaba abandonar:
recordaba que por lo que luchaba era mucho más
que las ganas de desistir cada vez...
y levantaba la cabeza ante cada traspié
y aunque muchos a su alrededor deseaban verlo caer
nos les dió el gusto fácilmente...
y les dió la orden de partir,
con una sonrisa de autosuficiencia en la cara,
"que dejen de morodear los carroñeros"
pues todavía no les había llegado su hora...
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