Llegan estas fechas alusivas, en la que todo el mundo presume a sus Papás en las redes sociales, aseverando ser ellos, el suyo, el mejor del mundo. Como todo en sus vidas. Como si retrataran a un superhéroe. Y me pregunto si está mal el no sentir lo mismo...
Mi papá es la persona a la que más amo en el mundo, a la que menos entiendo, y la que más me lastimó.
Sin embargo, no puedo odiarlo, porque gracias a él hoy soy más fuerte.
Todo el mundo habla de sus papás como su ejemplo a seguir. ¡Y el mío también lo es! El más grande ejemplo de todo lo que no quiero ser cuando sea grande.
Y me cuesta decirlo, o hablarlo con la gente, porque automáticamente puedo sentir su lástima por mí. Puedo leer en sus ojos el "pobre chica". ¡EY! ¡Eso no es lo que busco! ¿Por qué creen que nunca lo cuento? Porque yo entendí que mi papá es una persona, como cualquier otra. Que comete errores. Que toma decisiones de las que después se arrepiente. Que no es un superhéroe... Como todos.
Y sólo ese día descubrí que tengo que amarlo así, y tomar lo que pueda serme útil, dejando atrás lo que pudo haber pasado.
Si hoy puedo hablarlo, si hoy puedo reírme de eso, es porque yo ya lo entendí, y estoy en paz conmigo misma. Lo perdoné, y me perdoné, por haberlo odiado alguna vez.
Y soy feliz. No sientan lástima por mí. Porque yo decidí aprender de lo que me tocó, y no ser víctima de ello...
¡Feliz día papá! Gracias por enseñarme todo, hasta lo malo.