Falta de fuerza y falta de voluntad,
dos cosas por las que no peca.
Alguien podría, sin embargo, alegar falta de suerte
(si fuese cuestión de mediocridad)
pero aún bajo ese supuesto, la teoría continúa por ser un borrador poco convincente...
No queriendo señalarse con el dedo,
lo único que mira en el espejo siempre es el querer ser,
siempre potencia, nunca acto.
Donde no existen culpas, pero siempre resulta más fácil impartirlas que aceptar.
Donde aceptar no es sinónimo de resignar, pero se usan de igual a igual a pura conciencia.
Intentando en vano vestir una máscara que no le queda
tras una expresión digna de quien disimula una escalera real,
donde la sonrisa no se asoma ni por accidente
y las lágrimas buscan migrar hacia donde el frío no las azote nunca más...