Vueltas y vueltas en círculos que no llevan a ningún lugar
aunque la voluntad y espera de oportunidad nunca estuvieron ausentes.
La suerte brilla en su carencia con risa despiadada,
y hace sentir su frío hasta en los huesos.
Una rabia intravenosa, una buena dosis de impotencia disfrazada de violencia,
y unas pupilas cristalinas que delatan su realidad.
Y esta es la parte del ciclo donde deja caer su yelmo,
donde se permite la acción de gravedad por inercia,
donde se acuerda los porqué de sus corazas
y corre, hermitaña, hacia lo profundo del bosque de sus incógnitas inconclusas.
Donde todo vale, donde nada es acotado,
donde los pensamientos enredados se potencian,
donde las posibilidades abundan y resulta imposible tantear respuestas por especulación, descarte o probabilidad.
Y son las cosas que sangran por dentro y nadie nota.
Es el océano que rebalsó el vaso…