cuando los deseos retan a duelo a sus principios,
la realidad le otorga las herramientas que le recuerdan los por qué de sus decisiones indeclinables.
Y en el exhaustivo análisis de su accionar, de nada sirve tomar apuntes de los errores que cometió
mirando y remirando su vida como una película vieja
con el único fin de volverlos a cometer.
Y disfrazada de tercera persona, se sumerge una vez más en aquel masoquista círculo vicioso,
percibiendo que no se deja huella si pisa con piernas blandas:
que con pesos de cuerpos muertos sobre la espalda no se puede avanzar,
sino que más vale aprender a caminar y demorar en consecuencia,
que arrastrarse hasta la meta.
Porque edificar sobre arenas movedizas nunca será solución viable
y debe sumirse en la inevitable tarea de encontrar su piedra angular,
obviando las facturas que le pasa el tiempo
por disfrazar su evasión de anestesia anti-impulsividad.
Pero en la difícil tarea de discernir sobre la delgada línea que separa su estado de guardia con la insensibilidad,
es inevitable proveerse de muros de hielo que no dejen pasar la tormenta,
pero del mismo modo no proporciona ni un rayo de luz...
Y aunque juegue a la escondida con su realidad,
el tiempo sonríe con paciencia de hospital
porque tiene cita en su calendario con la eternidad,
y porque entiende que la luz pronto dará paso a la noche,
y de la medianoche no hay alma que pueda escapar...
Y resulta que cuando la verdad es confusa, las personas se desconocen.
y a aquel antiguo personaje, el nombre de Judas le calzaba mejor.
Y barajando una generala de sentimientos,
va por la tercera ronda de una partida doblemente empardada,
a matar o morir, esperando que aquel canto de truco solo sea una estrategia para asustar..